Sabrán que en el último viaje que realizé como seminarista tuve increibles enseñanzas. El padre a cargo de nuestro grupo, el reverendo Josué Dávila, era un buen guía y líder. La labor que él predicaba era el de obediencia,rectitud y disciplina ante todo. A pesar de lo religioso que era,también gustaba de una perfección casi inmaculada que a mí,en particular, me espantaba.
Una mañana en la espesura de la selva amazónica tras estar de regreso de una misión en un caserío por el río Putumayo, divisamos a lo lejos un niño corriendo hacia nosotros. El pequeño tenía el rostro lleno de angustia. Se arrodilló ante nosotros.
- Ayúdenme, ayúdenme, ... - repetía sin cesár
El reverendo Dávila se acercó a él y lo puso de pie.
- Llévanos hacia tu casa. Te ayudaremos - dijo y nos dió la orden que lo siguiéramos.
La trocha de crecidas hierbas no era impedimento para el reverendo ni para nosotros. El sol apuntaba con potencia a nuestras cabezas. El cansancio era algo secundario en nuestro espíritu de servicio hacia los demás.
Después de caminar una hora aproximadamente ,un abundante cúmulo de hojarasca ,nos daba la bienvenida. En medio de estás , se situaba la casa. Como el niño lo llamaba, su tambo.
Entramos uno por uno ,subiendo por la escalera rústica hecha del tronco de un árbol ,con mucho cuidado. El silencio de la humilde habitación nos avisaba que algo no andaba muy bien.
- A mi mamá le cutipo una boa - dijo el niño rompiendo el silencio - fue ayer que fue a lavar la ropa en la balsa. No se puede levantar de la cama. - añadió.
Todos nos miramos extrañados sin poder entender a que se refería el niño.
Al vernos así ,el reverendo Dávila, dijo firmemente:
- A ver muchachos, ¿ Quieren a Dios? ,perfecto. Demuéstrenlo ahora ayudando a esta familia. Es en estos casos que debemos utilizar las armas que nuestro Señor, nos enseñó -
Vimos a la mujer retorciéndose en la cama y gritando con un sonido peculiar. Ante esto, la rodeamos mientras rezábamos y agarrábamos con fuerza nuestros crucifijos bendecidos. La mujer lanzaba alaridos de dolor como si diera a luz. El rostro del niño miraba asustado todo este evento. Se contuvo en derramar unas lágrimas ante los nervios, así que decidió retirarse de ahí.
Nosotros continuamos con nuestros rezos con mucho más ahínco.
- Sigan muchachos. No se detengan. Ustedes pueden - decía el reverendo a voz baja.
La mujer sudaba a chorros en la cama. Su boca volvió hacer aquel sonido peculiar. Era como un lamento de un animal llevado al matadero. Era ensordecedor.
En ese instante observamos algo que se movía en el vientre de la mujer. No sabría explicar con exactitud aquel momento ,pero lo que ví fue algo sorprendente.
En medio de las piernas de aquella mujer ,un pequeño reptil viscoso,baboso, se arrastraba hacia el exterior. Varios de mis compañeros no pudieron contener el asco al ver este espectáculo. Salieron disparados de la habitación sin decir nada,sin embargo, yo aún continuaba rezando.
El pequeño reptil seguía arrastrándose hacia la ventana más próxima de la habitación. Una vez llegado a su objetivo ,se perdió entre la espesura del bosque. El reverendo y yo nos miramos horrorizados. Nos acercamos a la ventana y vimos una tahuampa cerca.
- Fue allí donde fue nuestro huésped - acotó el reverendo.
Todos aquel día quedamos tan desconcertados . Quizás la perfección que el reverendo predicaba no era suficiente para estos tipos de casos. La selva nos continuaría enseñando, a su manera ,estos misterios.
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