EL MUCHACHO DE AL LADO.

 









Fue un día gris y con lluvia cuando me enteré del fallecimiento de mi abuelita. Mi habitación se había congelado desde la madrugada, aquella sensación fue como un presagio. Levantándome de la cama fui a cambiarme para dirigirme al trabajo. Al salir, minutos después, las calles se veían húmedas y deterioradas mientras iba caminando de prisa, al paradero. El chofer me miró de forma déspota al subir al bus, sintiéndome intimidado. Los asientos casi vacíos eran algo novedosos para la hora matutina. Tenia que llegar a tiempo puesto que casi siempre era impuntual. Minutos después, un muchacho de apariencia humilde subió al bus, se sentó a mi lado. De rato en rato, su mirada se fijaba en mí, de manera sutil.
- ¿Sabes si este bus, pasa por la Panamericana Norte? – preguntó al fin, ya que ese era su objetivo por el cual me miraba de manera continua.
- Mejor debes preguntar al chofer. Él sabrá guiarte mejor – contesté, cortésmente.
- Daré un paseo y dejaré que me lleve el bus – dijo – de paso, conozco la ciudad – agregó animado.
Estirando la mano, me logró alcanzar un caramelo que saco de su bolsillo.
- Te invito, por ayudarme – dijo con un rostro amable.
Acepte agradeciéndole por el gesto.
- Se te nota algo melancólico. ¿Dime, porque estas así? – dijo, después.
- Un familiar falleció hoy y no estoy allá junto a toda mi familia – indiqué.
A esas alturas conversar con un total extraño acerca de mi vida personal sonaba muy desesperante. Reaccioné en unos segundos, pero era demasiado tarde. Aquel muchacho quería conversar más.
- ¿Quién falleció? – continuó preguntando.
- Es mejor no tratar de recordar, amigo. Prefiero guardármelo para mí, gracias. – respondí de manera seria. Por el silencio que hubo, pude comprender que el chico comprendió la indirecta muy directa.
Vi entonces que el bus llegaba al paradero donde debía bajar. Pidiendo permiso al muchacho de al lado, pude salir. Cuando me disponía a tocar el timbre de bajada, el chico estaba detrás mío.
- ¿Así que acá bajas?, pensé que bajabas más allá – habló cerca de mi oído.
- Disculpa, pero puedes alejarte de mí, me molesta que me hablen al oído, por favor – repuse con voz alta.
- Lo siento, no era mi intención que te molestaras, amigo – contestó el chico, alejándose.
Baje del bus caminando rápidamente. Una cuadra más arriba, el muchacho del bus volvió a aparecer. Esta vez ya me parecía muy extraño. Sospechaba que se traía algo entre manos, al perseguirme.
- Se te cayó esto – dijo alcanzándome mi billetera – te iba a decírtelo, pero bajaste tan rápido que no pude avisarte a tiempo. Así que baje una cuadra mas adelante -
- Discúlpame, en serio. Es que ando muy apurado y con la cabeza en varias cosas -
- Descuida, te comprendo. Todo está completo puedes revisarlo, no tome nada –
Dándole un cierto monto de dinero en sus manos, le agradecí por su acción.
- Tu abuelita dijo que eras así, tenia razón. Eres desconfiado pero un buen chico. Te manda saludos desde allá – dijo el chico, señalando hacia arriba – te extraña mucho - agregó con una voz tierna.
Viéndole extrañado y sorprendido. le pregunté.
- ¿Quién eres en realidad? –
- Un mensajero de paz y esperanza. Descuida, que siempre tu abuelita, te acompañara siempre a donde vayas –
- No entiendo nada –
- No te preocupes. Cumplí la misión y debo retirarme. Un gusto el haberte conocido – dijo estrechándome la mano para después correr hacia una esquina abarrotada de gente. Trate de seguirle los pasos, inútilmente. No pude dar con él, había desaparecido en el más absoluto misterio. Levanté mi mirada hacia el cielo recordando a mi abuelita mientras mis ojos se llenaron de tímidas lágrimas que recorrían mi rostro y le agradecí por no olvidarme.

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